jueves, 27 de septiembre de 2007

ROSI LÓPEZ; EXPOSICIÓN “TEMBLORES DE AIRE”

EXPOSICIÓN

Temblores de aire, atmoterrorismo y crepúsculo de la inmunidad

Rosi López

Rosi López  Arte

óleo sobre tela 1

Se indaga a partir del análisis de Temblores de aire de Peter Sloterdijk los orígenes y naturaleza del terrorismo moderno, dando cuenta de una cierta racionalidad del terror la cual se articula bajo la lógica del pánico como argumento central de la política. Se reflexiona en torno a la originalidad de nuestra época a partir de la práctica del terrorismo, considerando el concepto de diseño productivo en él implícito, particularmente la manipulación del medio ambiente como dispensador de un nuevo estilo de muerte: el modelo atmoterrorista. Para finalmente dar cuenta de la constitución hipercomunicativa y la deflagración de los explosivos en la mutación del terrorismo, entendido éste como el arte de hacer hablar de sí mismo.

Rosi López  Arte

Rosi López  Arte
óleo sobre tela 1

En su obra Temblores de aire1 Sloterdijk se interna en las fuentes del terror, corriendo la niebla, buscando luz en el crepúsculo de la inmunidad, Sloterdijk mueve provocadoramente su pensamiento. Este escrito se arma bajo la lógica del pánico como argumento central de la política. Escrito entre la voladura de los rascacielos de Nueva York y el secuestro por un comando checheno de los asistentes al teatro de Moscú. Asalto cuya conclusión -que todavía suscita discusiones en torno a si los gases empleados eran enervantes, anestésicos o una mezcla inodora e incolora de ambos- parece la confirmación empírica de la fantasía profética de Haslinger, citada por Sloterdijk, cuando imagina en Opernhall la ópera de Viena convertida por unos criminales en una gran cámara de gas.

Sloterdijk plantea en Temblores de aire2 algo acerca de este tipo de espanto cuando estudia detalladamente la originalidad de esta época, al considerar a la práctica del terrorismo, el concepto de diseño productivo y la reflexión en torno al medio ambiente como un tríptico organizador de un estilo de muerte: el modelo atmoterrorista y la guerra del gas. Es desde el medio ambiente, desde la necesidad elemental del respirar que proviene el cambio en los medios de agresión al semejante. Se arrebata la vida arrebatando los medios que permiten vivir, en una comedia económica de la asfixia.

Según Sloterdijk, el terror contemporáneo (el “atmoterrorismo”) se constituye sobre bases posmilitares ya que no está dirigido contra unidades específicas, sino que su principal objetivo es agredir el continuo medioambiental de cosas y personas que hace posible la vida de las poblaciones. Sloterdijk describe así el horror propio de nuestra época como “una manifestación modernizada de saber exterminador (…), en razón de la cual el terrorista comprende a sus víctimas mejor de lo que ellas se comprenden a sí mismas. Sloterdijk señalará el uso masivo de gas clórico por parte del ejercito alemán contra la infantería franco-canadiense en la batalla de Yprés como el momento inaugural del modelo atmoterrorista, lo cual supuso supuso la ampliación del escenario bélico y el desplazamiento del campo de batalla al entorno medioambiental.

Rosi López  Arte

óleo sobre tela 1

A partir de esa escena se desarrolla todo un saber climatológico negro que no hará sino incrementar el conocimiento de las condiciones de vida del adversario con el fin de asfixiarlo por gases, producir tormentas de fuego que abrasen el aire y su entorno o saturar la atmósfera de radiaciones.

Es así, de esta forma, como Sloterdijk sindica el 22 de abril de 1915 como el comienzo, de una nueva era en nuestro presente: los alemanes derraman sobre las trincheras francesas ayudados por vientos favorables 5.700 botellas de gas mostaza. Fecha iniciática, según Peter Sloterdijk, o punto de inflexión en una genealogía de las armas de guerra que marcará la introducción del medio ambiente en la contienda entre facciones. El campo de batalla se ha ampliado hasta la atmósfera. Dos variables, desconocidas a nivel masivo -pero con algún precedente histórico- entran en juego en el gran arte de la guerra: la colaboración del individuo en su propia destrucción -a través de los procesos vitales que exigen la apropiación del medio ambiente- y una nueva dimensión, el tiempo, expresada a través de la latencia en la atmósfera de determinadas sustancias invisibles, y a través de la incubación en el cuerpo de esos mismos agentes. Tras formarse una espesa nube de seis kilómetros de ancho que el viento hacía avanzar; los soldados no podían dejar de respirar, y respirar era intoxicarse. Se inició el dominio del aire para sembrar terror.

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Blane Runner

El terrorismo asociado al paroxismo de las tecnologías de manipulación del medio ambiente amenaza con eliminar las condiciones de vida de toda la especie. la guerra de gases, supuso la conversión de una ciencia natural como la climatología en una forma de control del medio en el que viven las poblaciones. En este sentido, Sloterdijk afirma que el “terrorismo es la explicación maximalista del otro bajo el punto de vista de su posible condición de exterminable”1.


Una ataque químico o bacteriológico como posibilidad de las nuevas formas del terrorismo, eliminarían de modo radical la capacidad de vivir, no apuntando ya sólo al cuerpo del enemigo según los métodos de la guerra convencional, sino estableciendo las condiciones de imposibilidad para la vida de ese cuerpo, que por respirar, actividad necesaria para la vida, aspira gas letal y se suicida. No hay pues refugio frente a esa guerra o a ese terrorismo de la misma forma que no hay abrigo en la guerra total asociada a la movilización total de Jünger.2 En ambos casos, el de la saturación del espacio y el de la movilización total, no hay ni tiempo ni lugar para reflexionar y desde el que ejercer la autonomía personal. Aplicando las categorías de la filosofía posmoderna puede señalarse que ya no hay distinción entre el interior y el exterior, no hay nada interno, latente, oculto ni por descubrir, todo está ahí fuera obscenamente alcanzable y visible, se trata como diría Baudrillard de la Transparencia del mal3.

Según describe Sloterdijk, una primera fase de evolución del “atmoterrorismo” se extendería desde la I Guerra Mundial a las cámaras de gas de los campos de concentración nazi, pasando por su uso y desarrollo en la esfera civil durante el periodo de entreguerras (de hecho en esos años hubo un auténtica obsesión por los gases que incluso propició el diseño de máscaras para distintas situaciones sociales). Para Sloterdijk la segunda fase en la configuración del “atmoterrorismo” (especialmente en su vertiente estatal) estaría marcada por el desarrollo del armamento aéreo que permite la eliminación del efecto inmunizador de la distancia espacial y propicia la globalización de la guerra a través de los sistemas teledirigidos.

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A partir de las armas nucleares, la evidencia de la catástrofe, de la destrucción masiva y la muerte térmica en una inmediata explosión deja paso a una destrucción silente e imperceptible debido a la persistente radiación medioambiental. Las radiaciones no se ven, pero el enemigo comprende sus efectos, y el entorno se convierte en un espacio repleto de amenazas. Por ello, Sloterdijk concibe el terror moderno como una especie de explicacionismo, en el que hay una asimetría entre el que explica (y comprende antes de que se produzcan los efectos) y el explicado (que sólo “comprende” después de haberlos sufridos).

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Así, tras el lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y la explicitud de lo radiactivo, el momento ionosférico y las armas tele-energéticas representan, según Sloterdijk, “la culminación del dominio de lo atmosférico”. El momento ionosférico del ‘atmoterrorismo’ nos conecta con el desterramiento de los hombres, su desnaturalización, su aprendizaje de la desconfianza del sentido de la racionalidad y la inhibición de una confiada entrega que caracteriza a los individuos de la era post-humanista.

Para Sloterdijk son precisamente estas condiciones de exposición total, de amenaza y de vulnerabilidad lo que opera los factores de perturbación, las condiciones intelectuales de esta época requieren -como resguardo- aprender la desconfianza, pero ¿cómo desconfiar del aire?

Introducido el medio ambiente en la lucha entre facciones, las interacciones entre enemigos ponen al descubierto la vulnerabilidad de la respiración. El modelo atmoterrorista (y “atmo” es aire), por su alto nivel de abstracción y distancia de las víctimas, fragmenta la cadena de responsabilidades; además, es un método que se distribuye de inmediato en ambos lados del conflicto, por lo cual el terrorismo es un modo de luchar que no trata de apropiarse de la libertad del otro, sino de impedir que el otro tenga libertad de disfrutar de su medio.

El ‘atmoterrorismo’ satura al mundo de peligro y agresión hasta el punto de desarraigar a los hombres, de desnaturalizarlos, empujándolos a emboscarse más allá de toda confiada entrega.

Sloterdijk nos presenta el paradigma del humanismo y del terrorismo hermanados en la figura del Profesor en Química Fritz Haber (1868-1934) responsable del “Instituto Emperador Guillermo de Dahlem para la Investigación químico-física y electroquímica”. Premio Nobel en 1918 fue asimismo asociado a la organización de la guerra química en la primera guerra mundial, padre de la máscara de gas y promotor de la llamada “campaña contra la eliminación de parásitos” en el campo agrícola. Todos estos laureles no impidieron que en su momento tuviese que emigrar en 1933 debido a su ascendiente judío, después de que todavía en el verano había asesorado al mando militar del Reich en cuestiones de gas tóxico. Murió en Basilea en 1934, en viaje a Palestina. Algunos de sus familiares perdieron la vida en los campos de Auschwitz, gaseados. Desinfectar con gases tóxicos a Europa de los sujetos impuros y animales fue parte de la fase atmosférica del genocidio.

Hijo de la alianza entre ciencia y aparato militar, encarnado por Fritz Haber4, el temblor del aire condensa el ideal de desinfección con el racismo (el Ciclón A se inventa en 1920 para desinfectar estancias plagadas de insectos; el Ciclón B será utilizado para exterminar judíos). La técnica permitirá diferenciar el interior del exterior, y así se hará, en 1924, la primera cámara de gas “civil”, en Nevada, para ejecutar la condena a muerte; el interior puede ser un tren subterráneo, y así el gas sarín llevado en bolsas podrá ser liberado por los seguidores de una secta. La verdad suprema se baja del vagón y dejan el tóxico en las entrañas de Tokyo.

El temblor es un matadero, sea un incendio como el de Dresde, o una nube como el Napalm con el que EE.UU. envolvió a Vietnam, o un experimento como el de los rusos en una isla con cientos de monos expuestos a bombas químicas. Temblamos todos, privados de la envoltura natural del aire.

Bajo un aire cada vez más turbio y asfixiante, la ilusión de cerrar una atmósfera. La aireación, el air-design, la aromatización y el confort olfativo construyen constelaciones atmosféricas, pero apenas sólo la ilusión de amparo. Y es que, como lo señaló Canetti5, a nada se encuentra tan abierto el hombre como al aire. Somos respiradores, pero bajo una atmósfera profanada y con formas de vida desmoronadas. “El terror hace explícito qué es el medio ambiente bajo el sesgo de su vulnerabilidad; la iconoclasia hace explícito qué es la cultura al experimentarla desde su posibilidad de ser parodiada; la ciencia hace explícito qué es la naturaleza primaria bajo la perspectiva de su contingencia a tenor de los avances tecnológicos”. Sloterdijk hace notar ciertas perplejidades a las que nos enfrenta el atmoterrorismo, cuestiones como que la ineludible costumbre de respirar es la que se vuelve contra aquellos que respiran, por cuanto estos, a fuerza de seguir la práctica de ese elemental hábito, se convierten en involuntarios cómplices de su propia destrucción. Después de los ataques con gas tóxico, el aire perdió su inocencia. Y los signos se cubrieron de fango. Todo podría estar latentemente contaminado o intoxicado.

Hasta el siglo XX la política y la guerra moderna tuvieron lugar en torno del Estado-nación, una entidad fija en un territorio extenso con una población relativamente repartida. Existía un campo de batalla, un escenario bélico, un terreno donde los ejércitos podían enfrentarse, para desde allí eventualmente proceder a la conquista territorial, de la cual las ciudades eran el último escenario de lucha. Las guerras mundiales, sobre todo la Segunda, marcaron un quiebre destinado a perdurar: la ciudad pasó a ser blanco de los ataques militares con bombardeos a la población civil. La estrategia militar evidentemente había tomado nota del formidable cambio por el que las poblaciones abandonaron las bastas extensiones para concentrarse en territorios pequeños como las ciudades. Atacar una ciudad sería, a partir de entonces, un hecho político. Para autores como Virilio, pero sobre todo Sloterdijk, aquí nace la lógica del terrorismo moderno y así lo expone en Temblores de aire6.

1SLOTERDIJK, Peter, Temblores de aire, en las fuentes del terror, Ed. Pre-Textos, Valencia 2003

2JÜNGER, Ernst (1895-1998) constituye, posiblemente a causa de sus participaciones - diametralmente opuestas - en ambas guerras mundiales, una figura privilegiada del escritor-soldado; sin embargo, Jünger fue cronológicamente, combatiente antes de ser escritor. Así, como subraya Marcel Decombis (Ernst Jünger, l’homme et l’œuvre jusqu’en 1936) siguiendo la línea trazada por el especialista de historia literaria Langenbucher, es necesario distinguir “el linaje de poetas que se convirtieron en soldados, de la joven generación (de la cual forma parte Jünger) que la guerra transformó en poetas”. En efecto, la generación intelectual alemana que había publicado anteriormente a 1914, entre otros R.G. Binding o St George, sintió la guerra como un cuestionamiento apocalíptico de la cultura de la cual formaba parte. Sin embargo, la generación literaria de Jünger o de Dwinger y Schauwecker, irrumpía en ese momento dentro de la historia contemporánea. En este sentido, Jünger forma parte de los autores que no esperaron ver madurar en ellos una vocación, sino que se sintieron incitados a la escritura por la crudeza de una experiencia belicosa que derrocaba el antiguo mundo y que debía ser contada sin artificio.

3BAUDRILLARD, Jean, La transparencia del mal (1989) Anagrama, Barcelona, 1990.

4Director científico del programa Gas para la Guerra que desarrolló el gas utilizado en Yprés, obtuvo el premio Nobel de Química en 1918,

5VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Sloterdijk y Canetti; El detonante iconográfico y operístico de la política de masas”, en NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Universidad Complutense de Madrid, | Nº 15 | Enero-Junio 2007, pp. 201-214, http://www.ucm.es/info/nomadas/15/avrocca_detonanteiconografico.pdf

6SLOTERDIJK, Peter, Temblores de aire, en las fuentes del terror, Ed. Pre-Textos, Valencia 2003

EXPOSICIÓN DE ROSI LÓPEZ

Temblores de aire, atmoterrorismo y crepúsculo de la inmunidad

ROSI LÒPEZ

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Rosi López

De Metrópolis a Blade Runner

Tras su paso por la Escuela de Bellas Artes y la Facultad de Arte en Viña del Mar y Valparaíso respectivamente, Rosi López radicaliza sus percepciones cinéfilas y estéticas, realizando una aproximación pictórica a los códigos y la iconografía propia del género de la ciencia ficción. Influencias cinéfilas plasmadas en una serie de pinturas en torno al arte cinematográfico y el fenómeno de los cult’ movies.

Posteriormente en su estancia en Madrid desarrolla una serie de obras en torno al paisaje de la devastación –post guerra del Golfo– la industria de la invasión militar y la amenaza bacteriológica.

Es así como Rosi López propone una reflexión en torno a los temas del progreso y la alineación en las sociedades postmodernas. Las obras ofrecen una conceptualización del futuro. El espacio cultural de la reproducción, la era de la clonación y la cosificación del ser humano. Blade Runner constituye una de sus obras más destacadas. En ella sueñan androides dentro de una vitrina. La inquietud de la autora esta situada en el paisaje industrial con sus plásticos y tejidos sintéticos, que producen desechos apocalípticos.

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Los dominios perdidos

En su producción más reciente aparece un mundo de nostalgia donde a través de trenes abandonados, rieles oxidados, el otoño trae nostalgias del pueblo de la infancia, de la edad dorada, del país de nunca jamás, todo esto en un manifiesto tributo a la imaginería de Jorge Teillier, el poeta de la aldea y el origen. Sin duda una aproximación crítica de la autora al paisaje industrial, a la impersonalidad de las grandes ciudades. La sensibilidad neorromántica de esta última pintura nos reinstala tanto en el pasado memorable como en la nostalgia del futuro, en la confianza de que algún día seremos leyenda.

Adolfo Vásquez Rocca PH. D.

ROSI LÓPEZ Artista Plástica

rosilopez27@gmail.com

Bitácora Valparaíso – Madrid

1982-1984

Estudia en la Facultad de Artes de la Universidad de Playa Ancha

1998 y 2005

Estudia dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar.

1989

Periplo Cinematográfico en Buenos Aires.

Museo del Cine, Cine Club Núcleo, Cinemateca Hebraica.

Influencias cinéfilas plasmadas en una serie de pinturas en torno al Arte cinematográfico y el fenómeno de los cult’ movies.

1990

Exposición “Micro-Espacios del Arte” en Sala Saint Paul’s, Association of British School in Chile.

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1994

Exposición Colectiva “Cien Años de Cine” organizada por la Cineteca y la Dirección de Extensión de la Universidad Católica de Valparaíso.

(20 de diciembre al 15 de enero)

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1995

Exposición de pintura “De Metrópolis a Blade Runner”. Palacio Carrasco, Centro Cultural de Viña del Mar.

(19 de octubre al 4 de noviembre)

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Blade Runner constituya una de las obras mas destacadas de Rosi López. En ella sueñan androides dentro de una vitrina. La inquietud de la autora esta situada en el paisaje industrial con sus plásticos, neumáticos y tejidos sintéticos, que producen desechos apocalípticos”.

1998-1999 Estancia en Madrid.

Desarrolla una serie de obras en torno al paisaje de la devastación –post guerra del Golfo– la industria de la invasión militar y la amenaza bacteriológica.

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Obras en depósito en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

Visitas de Estudio

Exposición retrospectiva de Francis Bacón, Galería A.M.S. Marlborough patrocinada por el British Council.

Exposición Arte Español Contemporáneo, Museo Reina Sofía, Madrid.

2000

Exposición “La Memoria de las Maquinas” Galería Arte Reñaca, Chile.

2001

Exposición “Estrategias para burlar las rutinas de la mirada.”

Casa de la Cultura de Limache. Con el Auspicio de la Escuela de Bellas Artes y la Universidad de Aconcagua.

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2002

Muestra “Parque de la Cultura” organizado por el Gobierno regional, Casa de la cultura de Limache y Escuela de Bellas Artes.

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2005

EXPOSICIÓN ROSI LÓPEZ Café-Arte 8ymedio, Valparaíso.

7 Octubre a 6 de noviembre 2005

2006

Estudiante Avanzada de Pintura – Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar

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Rosi López

Ver:

ROSI LÓPEZ; EXPOSICIÓN “TEMBLORES DE AIRE”


miércoles, 26 de septiembre de 2007

RAÚL RUIZ; LA RECTA PROVINCIA Y LA POETICA DEL CINE

RAÚL RUIZ; LA RECTA PROVINCIA

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Adolfo Vásquez Rocca
RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

La recta provincia

Este era un hombre. Vivía con su madre. Cuidaba una casa patronal, en el campo de Chile. Un día el hombre encontró un hueso en el jardín. El hueso estaba agujereado. Era una flauta ese hueso. El hombre toco música con esa flauta. Y la música se volvió canción. La voz de la canción suplicaba que buscaran los otros huesos de su cuerpo disperso. El hombre y su madre se fueron por esos caminos de Dios y de los mil demonios, buscando los huesos con que componer el esqueleto de aquel cristiano. Y darle santa sepultura. Y vieron lo que vieron, vivieron lo que vivieron. Muchas historias vivieron. Y aunque no se la contaron a nadie, otros la contaron por ellos.

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RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

- Así comienzan las historias de la serie “La recta provincia” [de Raúl Ruiz] que ponen ante nuestros ojos personajes muy familiares, giros y modismos del Chile profundo, pero todo desde una extrañeza radical, que nos hace volver a los “días de campo” como extranjeros, como extraterrestres que por primera vez vieran y oyeran caer una gotera, hablar al diablo y se solazaran con viejas historias contadas por el viento arremolinado, desenterradas de cuentos y mitos campesinos, relatos de viejas castas de demonios que se arrimaron por estas tierras en tiempos de pillaje y muertes cruentas de conquistadores e indios belicosos que dieron lugar a ríos de sangre mística entre el Biobío y el Toltén.

La historia arranca cuando una madre y su hijo descubren un hueso que se puede tocar como flauta y que al hacerlo, pide que reconstruyan su cuerpo.

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RAÚL RUIZ; LA RECTA PROVINCIA Y LA INVENCIÓN DE CHILE

Este es Chile. Es la recta provincia, donde todos cojeamos.

Se dicen dos cosas en “La Recta provincia”: por estos lados se llega a viejo y todos somos un invento. Son dos razones para que Raúl Ruiz, poco a poco, vuelva al lugar del que nunca se ha ido, al país de nunca jamas, donde todos somos parte de un cuento, un cuento chueco, oblicuo. Este es Chile. Es la recta provincia, donde todos cojeamos, asegura un diablo. La realidad, en consecuencia, es obtusa y ladeada. Un lugar donde muertos y vivos comparten, donde los poetas de los lares conocen el secreto para hablar con los muertos, un territorio donde lo único perfecto son largos planos de montaña, bosque y cielo azulado, esto es lo que Ruiz ha querido descifrar en sus rapsodias de Chile, una identidad nacional en permanente fuga, imprecisa como su filmografía, dispersa en más de 95 películas. Las que si se ven con paciencia, se encuentra la verdad de Chile y el nombre de Chile, que es el nombre del invento1.

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RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

Los cuentos chilenos tienen -según Ruiz- ecos de todos lugares, versiones equivalentes en Europa, los países árabes y nórdicos; son las ruinas que quedan de ciudades y culturas antiguas y que de esta forma se pueden reconstruir, mediante este género que Ruiz define como “ecos” o permutaciones, una operación poética que consiste en recopilar un cuento ancestral nórdico o vikingo y filmarlo -levemente contextualizado- en Chile.

Ecos de Shangai a Santiago, patronato puede ser un mercado de Corea, todos mezclados en un zapato chino, como el saber de Ruiz que es un conocimiento fracturado, universal y alucinante: habla de matemáticos, lingüistas o filósofos de todos los siglos, conoce la minucia y las anécdotas. Y si lo cuenta es porque sólo confía en la historia oral, que es la única que cambia, muda y se modifica en el tiempo: como sus películas, como él, como Chile.

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RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

Es que Raúl Ruiz es un narrador extraterrestre, que nos cuenta el mismo cuento de siempre, pero desde otro lugar, bañándolo con la luz auroral que sólo los grandes poetas pueden poner sobre las cosas. Todo en esta serie es muy chileno, pero a la vez muy extraño. Es que Chile es extraño. Ruiz es nuestro Homero, y la musa a la que invoca es la Mnemosyne “chilensis”, el recuerdo de las historias con que sus abuelos de Mulchén y Chiloé infestaron su memoria virgen de niño de un Chile que ya se fue. Chile de formas, de ademanes, de una precisión y elegancia en el lenguaje extremas. Tierra delicada, ladina, fantasiosa, de seres no contaminados por el apuro. En Chile había tiempo, por eso se cultivaba la religión de la amistad, el arte de la paya, las conversaciones en bares sagrados, en interminables tardes polvorientas. Y eso sólo lo puede narrar alguien poseído por el éxtasis y la ebriedad de la antigua juglería.

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RAÚL RUIZ LA RECTA PROVINCIA

Porque el cuento de Chile es el cuento de nunca acabar, y eso lo sabe Ruiz, y todo aquel que ha querido acabarlo en modelos narrativos “europeos” ha terminado por matar la vida que venía de nuestra oralidad y que -salvo los poetas- muy pocos narradores han podido trasvasijar a lo escrito. Para ello Ruiz ha escrito su propia Poética del Cine, inventando teorías sobre el cine, reinventando Chile, deconstruyendo y evocandos mundos inmemoriales.

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Días de Campo

Como en Días de Campo donde aparece el Chile rural, descrito en los relatos de Federico Gana. El de los latifundistas ociosos y del campesinado laborioso en estos dominios perdidos. Ni realista ni surrealista, sino todo lo contrario -por relativizar las clasificaciones de las que se burla la película-, urbano o rural, actual o de época, lo que no cambia es la polisemia visual y la lógica paraconsistente característico de los mundos de Ruiz. En su presentación de Días de campo, Ruiz ha señalado que una ficción chilena es ’una ficción sin atributos’, una película donde los personajes que pululan en estos universos recreados desde las ficciones de un Chile rememorado y reencontrado son sujetos de asombro y de extrañeza, de muertes y maravillas, donde lo fantástico irrumpe en una cotidianeidad pasmosa en medio de senderos polvorientos que se bifurcan sin conseguir llegar a ninguna parte, como se ve, se trata de acontecimientos ’sin historia’ como la novela de Federico Gana -siempre en camino, pero nunca terminada-, en un aplazamiento constante, como Chile mismo, que es una gran y sola excusa.

De modo que si Días de campo resucita el costumbrismo de la sociedad rural es únicamente para fulminarlo, para hacerlo estallar, para forzar sus reglas hasta un límite insospechado, como cuando sus protagonistas hablan de los inventos que vendrán en el futuro, cuando se oye el sonido de aviones que pasan o cuando una simple gotera adquiere un poder apenas comparable al del destino.

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RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

Pese a todo, Raúl Ruiz no quiere saber demasiado. No quiere habitar en los reductos de las certezas muertas. Prefiere habérselas con las las preguntas menores y para eso están los cuentos y sus películas. Pero no las preguntas mayores, porque siempre se corre un riesgo, quedar atrapado por la verdad y los ritos mortuorios del ingreso en el canon de la Cultura mayor. Para Ruiz es preferible disimular la búsqueda, estar lleno de preguntas y no de respuestas, con el eco de mil conversaciones en el Parrón, mientras hace películas, chistes e inventa cuentos. Raúl Ruiz siempre está sonriendo, parece sufrir la Locura de Demócrito: todo le parece divertido. Ruiz juega a alas escondidas con su cine, cultiva la incertidumbre de la imagen y el juego entre la representación y lo que se esconde en la representación. Una persona dice una cosa queriendo decir otra, es el recurso muy chileno de decir una cosa por otra.

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RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

A Ruiz pese a todo se le puede encontrar en sus escondites, es cierto que nadie es profeta en su tierra, pero sí puede serlo en su en su bar, tal es el caso del director de cine, escritor y genio residente -de este, el país de nunca jamas, de ese Far West llamado Chile. Ruiz de una filmografía difícil de precisar por su diversidad de registros y lo prolífico de su producción -ya desde el tiempo de la Unidad Popular realizaba filmes polisémicos, de visualidad barroca y de una densidad poco frecuente, para los recursos autorales que uso desde el comienzo, recurso al habla empírica -la frase hecha- que Parra ha sabido detonar en sus artefactos, los actores no profesionales, la improvisación en el guión y la preeminencia del ojo y la imagen sobre el guión; todo ello han hecho destacar su filmografía, compuesta de documentales por encargo, telefilmes para la televisión francesa, producciones autorales de bajo presupuesto, producciones de gran aliento y generoso presupuesto -como El tiempo recobrado, la adaptación de Proust. el clásico francés por antonomasia, llevado a la pantalla grande por el más chileno de nuestros cineastas franceses.

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RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

Ruiz, el cineasta más prolífico de nuestro tiempo, aquel cuya filmografía es casi imposible establecer, por lo diversa y multiforme que resulta ser su producción desde hace más de veinte años. Raúl Ruiz, un cineasta que navega entre Lisboa, Rótterdam y Valparaíso”.

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Adolfo Vásquez Rocca Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad

RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

Católica de Valparaíso

Hoy Ruiz acaba de ser distinguido como Maestro de Cine, reconocimiento que recibirá este año en el Festival de Cine de Roma, reservado sólo para pocos directores que hayan llegado a hacer un cine de excepción.

Raúl Ruiz no es una figura reconocida en nuestro país como lo ha sido en Europa. Sus títulos más conocidos -por no decir los únicos- son Tres Tristes Tigres [dedicado al club Cólo - Cólo, de allí que en La Recta Provincia sea un pecado ser de la “U”] y Palomita Blanca [filmada por Ruiz con la única precaución de no haber leído la novela].

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RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

Parece ser que su cine es para una elite, un director de culto, sólo para intelectuales, prácticamente inalcanzable. Sin embargo, TVN transmite actualmente una serie escrita y dirigida por Ruiz llamada “Recta Provincia” (haciendo referencia a los brujos de Chiloé) que narra una historia localizada en el campo de la zona central de Chile, con referencias no sólo a nuestro folclore sino a tradiciones antropológicas ancestrales de todo el mundo y que en su cine reverberan con la majestad de la presencia muda de la cordillera de los Andes como horizonte mítico de nuestro aislamiento, de nuestra condición de isla al fin del mundo, donde proliferan los cuentos de buques fantasmas, de almas en pena, de huesos repartidos en esta extraña patria, en la fértil provincia y señalada, en la región Antártica famosa, de remotas naciones respetada por fuerte, principal y poderosa; donde la gente es tan tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida; sólo ha sido dominada por pequeños periodos bajo regímenes de excepción, el más largo de esos gobiernos es el dominio espiritual de la tierra de los brujos y demonios que en la mitología de Chiloé se ha dado en llamar la recta provincia. Así el relato de Ruiz se eleva de la anécdota local de los mitos fundacionales a los arquetipos universales de la creación del mundo, constituyendo no sólo una cosmovisión sino una cosmogonía y sobre todo un relato mayor sobre los orígenes del mal.

Adolfo Vásquez Rocca

Chilean director Raul Ruiz poses for portaits in Rotterdam, presenting his Klimt, Jan 06 Chilean director Raul Ruiz poses for portaits in Rotterdam, presenting his Klimt, Jan 06 Chilean director Raul Ruiz poses for portaits in Rotterdam, presenting his Klimt, Jan 06
RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

Anexo 1

Raúl Ruiz; en torno a la crisis de Política cultural

La cosa comienza muy atrás y muy profunda. Empieza por el estatus de las personas que se dedican a la cultura. El problema puede tener -hipotéticamente- solución, porque en Francia—a fines del siglo pasado—el estatus de los artistas no era muy distinto al que tienen hoy día en Chile. Efectivamente, en el siglo pasado los artistas vivían casi como mendigos y pasaban la mitad de su vida en unos bares oscuros, que es el caso un poco ahora en Chile. O dependían de instituciones, las que en vez de hacer cultura, en vez de crear, hacían comentarios. Esa es una enfermedad típicamente chilena y latinoamericana en general: pretender que hacer cultura es hacer comentarios a hechos culturales que ya tuvieron lugar, en lugar de producir nuevos.

Y empieza por una cosa que es más grave todavía. Chile, como todos los países de habla hispánica (como España también), padece una vieja tradición anticultural, que viene de la guerra contra los moros y de la persecución de los judíos. Quien sabe leer y escribir es judío. Está bien no saber leer y escribir. Quien trabaja mucho es árabe. Los dos principios del casticismo español. Un verdadero español no debe trabajar y debe ser analfabeto y dedicarse a pelear, a las armas. Es el único arte noble. Eso sigue latente en América Latina. ¿Qué es el artista? O es un maricueca o es mantenido de las señoras ricas. Eso no ha cambiado.

RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

1 ROA VIAL - TEILLIER, Armando - Jorge, La Invención de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 2a. ed. 1997

Ver:

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RAÚL RUIZ, L’ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

RAÚL RUIZ LA RECTA PROVINCIA

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Adolfo Vásquez Rocca

Adolfo Vásquez Rocca Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Adolfo Vásquez Rocca

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RAÚL RUIZ; LA RECTA PROVINCIA Y LA INVENCIÓN DE CHILE

sábado, 22 de septiembre de 2007

GEORGES PEREC LA LITERATURA COMO ARTE COMBINATORIA

Pensar y clasificar; Georges Perèc, escritor y trapecista.


Adolfo Vásquez Rocca


Pontificia Universidad Católica de Valparaíso - Universidad Complutense de Madrid

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Adolfo Vasquez Rocca



Introducción




... el resto es literatura.





Clasificando el mundo para comprenderlo a su modo, Georges Perèc no cesó de trastocar las convenciones de lo sensible y las jerarquías establecidas. Su mirada confiere a la trivialidad, a los seres y a las cosas cotidianas una densidad inesperada que nos turba y nos maravilla.



Georges Perèc es uno de los escritores más interesantes e imaginativos del siglo XX que, además de haber sido el creador de los crucigramas semanales de la revista Le Point, de París, realizó guiones cinematográficos, varias novelas, poesías, ensayos literarios y sorprendentes piezas teatrales. Georges Perèc, continua siendo casi desconocido para el gran público, a pesar de que existen traducciones de sus obras a 15 idiomas y goza de celebridad entre autores –para quienes constituye una inspiración– como es el caso de Raúl Ruiz1, al modo como Jean Genet lo constituyo para Sartre.


La imagen que Perèc dejó tras de sí es mitológica. Hombre de infatigable libertad, para quien las palabras eran el medio de imponer eternidad a los objetos, fue perfeccionando con minucia el retrato que iba a dejar a la posteridad.


Desde hace más de una década, París ha sido poseído por el culto a Perèc, que se refleja en los incontables grupos teatrales, asociaciones de vecinos y clubes con su nombre. Todo autor francés de crucigramas ha desafiado alguna vez a sus lectores con los palíndromos, anagramas, heterogramas, homofonías, “bolas de nieve” y demás dramas alfabéticos en los que Perèc era un consumado maestro. Quienes lo conocieron dicen que era un hombre extraño, tierno, alegre, atento, curioso, con una inusual conciencia de su lugar en la historia.



Vestía siempre una camisa de cuello alto, se cortaba el pelo al rape y sus enormes ojos verdes, que centelleaban ante la menor respiración de la vida, le conferían un cierto aire seductor, disipado por los infinitos lunares y verrugas en las mejillas y las orejas apantalladas.


Dos años después parecía otra persona. Se había dejado crecer una barba desflecada en la mandíbula, que casi en seguida se volvió gris. El pelo enmarañado sobre la frente y los ojos, cada vez más abiertos, cada vez más asombrados, dominaban una cara radiante de tierna lucidez.








Desde comienzos de los 60, Perèc trasegaba las calles de París en busca de lo que él llamaba “las hierbas perdidas de la ciudad”: balcones, sillas de café, señales del metro, melodías cantadas por los vagabundos, frases hechas, listas de compras, sellos postales, boletas de supermercado.


De su infancia desgarrada dará cuenta mucho más tarde, en una obra de título enigmático, W. Allí evocará Isy, al padre que murió combatiendo en junio de 1940, y a Cyrla, la madre desaparecida tres años después en los crematorios de Auschwitz. Evocará la carencia de amor y la sorprendente felicidad de no necesitar el amor.


Unos tíos a los que casi nunca veía, le permitieron graduarse como sociólogo y trabajar como investigador en el célebre Centre National de la Recherche Scientifique. Todo el resto es literatura.


A fines de los 50, devorado por una fugaz fiebre política, publicó artículos combativos en las revistas Partisans y Cause commune, y con un dúo de amigos, Roland Barthes y Henri Lefevbre, fundó el grupo 'Argumentos', cuya única finalidad era conversar.


Luego, los tres se apartaron para escribir. Lo hacían frenéticamente, con saña, como si el próximo minuto de vida dependiera de la próxima palabra. En 1965, Perèc publicó Les choses. Su éxito fue fulgurante.



1.- Georges Perèc o la Literatura como Arte Combinatoria.



Una lista de las pinturas colgadas en una galería de arte, 81 variaciones sobre una receta de cocina para principiantes, una simple enumeración de cosas o de suposiciones, una serie de datos precisos acerca de sucesos intrascendentes, no parecen configurar la estructura ideal para el trabajo de un escritor.


¿Que interés artístico puede tener la simple enumeración de algunas de las infinitas posibilidades de ordenar los libros de una biblioteca...? Es difícil que un amante de los crucigramas, los acrósticos y las fugas de vocales pueda llegar a considerar a estos trabajosos pasatiempos como formas literarias. Sin embargo en obras como La vida instrucciones de uso2 (1978) Georges Perèc3, escritor y trapecista, escritor de culto y amigo de Raúl Ruiz, demuestra a través de una sucesión de descripciones –articuladas según el arte combinatoria– una apasionante forma de describir el universo partiendo sólo de lo hallado en una casa.



En 1965 Perèc obtiene el premio Renaudot por su primera novela –Les choses Las cosas4 donde narra la progresiva desaparición de un joven matrimonio de diletantes parisinos entre sus aspiraciones sociales y sus ansias revolucionarias. En 1967, junto al extraordinario novelista Raymond Queneau5 –miembro del Colegio de Patafísica6, director de la Encyclopédie de la Pléiade– y el matemático Françoise Le Lionnais forma OULIPO (Ouvroir de Littérature Potentielle “Taller de literatura potencial”), que entre sus miembros llegó a contar con figuras como Nöel Arnaud, Marcel Bénabou, Italo Calvino, Marcel Duchamp, Luc Étienne, y Albert-Marie Schmidt entre otros. El objetivo del grupo era explorar el potencial combinatorio de aquellas coerciones formales como la gramática y las reglas de estilo, persiguiendo siempre la expansión del campo de posibilidades narrativas. Explorar los juegos y las combinatorias posibles dentro de las reglas convencionales de la literatura.




El inclasificable talento narrativo de Perèc crece bajo la influencia, precisamente, de los experimentos realizados al interior del OULIPO. Oulipo fue una de las últimas vanguardias, o una de las primeras neovanguardias, capaz de abrir las ventanas de la ficción al aire puro de la ciencia y la combinatoria matemática, y cuyo Atlas de littérature potentielle acaba de reimprimir 'Gallimard', un catálogo de máquinas textuales para la creación literaria (palíndromos, como el de 5.000 palabras pergeñado por el propio Perèc, anagramas, lipogramas como el que da razón de su novela La disparition, crucigramas, juegos de repetición y recurrencia, caligramas, estructuras combinatorias y otros mecanismos a los que el lector se podrá asomar en el manual de Màrius Serra, Verbalia. Juegos de palabras y esfuerzos del ingenio literario (Península, 2001).


En 1969 Perèc presenta su novela La Disparition7 (El Secuestro), una novela policial que relata la misteriosa desaparición de Tonio Vocel y una secuencia delirante de maldiciones, asesinatos, incestos, venganzas y todos los componentes de una tragedia pequeño burguesa: banquetes, accidentes de tránsito, pistas falsas, policías rudos, informes desclasificados de inteligencia, variaciones del Zahir borgeano, paráfrasis a Melville, citas a un desconocido poeta chileno, descripciones de vestidos Chanel color gris o blanco, discusiones sobre arte moderno, variaciones sobre música docta, la utilización arbitraria de algunas palabras, cartas testimonio delirantes, y la desaparición o secuestro de la letra “e” (la más utilizada en la lengua francesa), que en el excelente trasvasije del equipo traductor derivó en la desaparición o secuestro de la letra “a” en nuestra lengua castellana, tan omnipresente como su contraparte francesa. Georges Perèc construyó su obra a base de desafíos y artificios: escribir una novela prescindiendo de la letra “e”, la vocal más común en francés, o construir una narración siguiendo los pisos de un edificio. Ahora se publican por primera vez en español Me acuerdo, unas peculiares memorias en las que se prescinde de la cronología para acumular casi 500 frases que empiezan con las dos palabras del título.


La obra de Perèc decodifica su brillante imaginería para construir un relato en que las formas y sus limitaciones se convierten en un organismo expresivo que expande y contrae al mismo tiempo las reglas de la escritura novelística, arrastrando esa ilusión pictórica que es la pequeña historia natural del hombre hacia registros de diversa naturaleza, hacia una polisemia textual, al modo de las paradojas en el cine chamánico de Raúl Ruiz, el Zahir borgeano, el alfabeto Creador, el arte combinatorio, todo esto, cruzado por citas de un desconocido poeta chileno que prefiere “emanar una identidad velada”, así como por la práctica de la intertextualidad.


Ahora bien, se pueden tener fundadas presunciones acerca de que este poeta no es otro que Juan Luis Martínez8, el autor de la Nueva novela9, entre las que se cuentan el carácter experimental de su poesía, su juego desestabilizador de estructuras y géneros narrativos, la inclusión de puzzles, crucigramas y caligramas de poesía china, pero sobretodo el título, en La nueva novela, de uno de sus poemas y la dedicatoria de otro de ellos, a saber, en el primer caso “La desaparición [La Disparition] de una familia” y, en el segundo, la dedicatoria del poema o artefacto “La grafología” a Françoise Le Lionnais – el matemático y fundador junto a Queneau del Ouvroir de Littérature Potentielle.


Tras este breve excursus volvamos sobre la obra de Perèc, ahora para referirnos a la que es, seguramente, su obra más importante, La vida instrucciones de uso.


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2.- La vida instrucciones de uso.



La vida instrucciones de uso no es más que una descripción de una finca, pero tan barroca y pormenorizada que llegará a cubrir buena parte de la historia, geografía, política y bellas artes del último siglo.


Cada uno de sus breves capítulos está dedicado a una estancia del edificio, el comedor del tercero a la derecha; el dormitorio de los Foulerot; un tramo de escaleras y consiste en una descripción meticulosa y exacta de la habitación y de los objetos allí presentes: mobiliario, adornos, cuadros y estampas, cualquier cosa nos será dibujada con palabras, tantas como sea necesario para evitar ambigüedades: las descripciones de centenares de objetos podrían ser recuperadas para un catálogo de venta por correo, siendo más fieles y vivaces que muchas fotos. Si, por casualidad, se encontrase alguien en la pieza bajo estudio (persona, animal o recuerdo de antiguo inquilino), también nos será descrito, con menos énfasis en lo físico que en sus ocupaciones y breve biografía. En caso de existir anécdotas interesantes protagonizadas por el personaje, o por alguien muy próximo, nos serán relatadas en este momento.


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Algo no muy distinto a lo que ha hecho Ruiz al adaptar al cine En búsqueda del tiempo perdido de Proust.


Capítulo a capítulo, el libro se enriquece con una variada colección de objetos, personas e historias que poco a poco, al establecerse nexos entre ellos, van dibujando algo mucho mayor que una simple aglomeración de habitaciones, tal como las teselas de un mosaico van formando una figura: una "novela de novelas", riquísima, con interesantes personajes cuyas aventuras se extienden, durante décadas, por varios océanos y continentes. Dentro de todas ellas, un par de metáforas de la novela: el pintor que quiere representar en un gran lienzo a todos los inquilinos de la casa, presentes y pasados, y el inglés excéntrico que dedica su vida a no dejar huella, mediante un complicadísimo procedimiento en el que los puzzles juegan el papel principal. Como prueba del abrumador contenido del libro, varios índices al final: de nombres, cronologías e historias.


Es en el preámbulo a su La vida instrucciones de uso nos ofrece como clave de la novela una defensa del hecho epistemológico del puzzle o rompecabezas (es el conjunto el que determina a los elementos), seguido de una sucinta descripción de las piezas que lo constituye.


La vida instrucciones de uso10 se pretende la mirada parcial pero totalizadora de un edificio, sus lugares y sus habitantes. Cada nuevo capítulo supone la descripción exhaustiva de un espacio, según sean los objetos dispuestos sobre las mesas (según sean estas mesas y el resto del mobiliario), los cuadros sobre las paredes (y lo que en ellos queda ilustrado). Dispuesta la escena, según sea el momento, se sucede la posibilidad de una historia, ya sea de lo que acontece o lo que ha acontecido, a partir de lo cual revisa antecedentes o consecuencias.








El estilo de Georges Perèc es muchas veces árido, semejante al de un acta policial, notarial o forense. El autor intenta mantenerse neutral frente a lo descrito, por lo que, para no discriminar lugares, objetos o personas, lo retrata todo con la misma meticulosidad, nos parezca o no relevante.


En la reiteración obsesiva de sus descripciones, enumeraciones y clasificaciones de objetos se puede advertir un fijar la atención minuciosa y escrutadora sin menoscabo del carácter provisorio que bajo su mirada adquiere cualquiera realidad.


Es en este sentido que la obra de Georges Perèc tiene la vocación del catálogo. Es por eso que resulta tan fascinante como el hecho del catálogo mismo, armado en función de un propósito, cual ordenamiento arbitrario de la realidad (o una parte de ella) para quedar como su referente, profuso en la descripción de su escenario.


El catálogo siempre nos sobrepasa, en su extensión no cabe agotarlo; como el diccionario, se convierte en referencia y, al margen de su naturaleza, como ilustración que lo sitúa y determina en el paisaje de lo escrito. Se trata de una lista convenida, el resultado de una pesquisa hecha en función de uno o varios parámetros. Se asume convenida a pesar de que, en primera instancia, pudiera parecer aleatoria. Y es en tales términos que se convierte en un reto, a partir de los objetos, personas o ideas que son puestos en evidencia, ordenados de tal o cual modo que uno debe descubrir los lineamientos que hacen posibles el rigor del catálogo. Se trata entonces, como en la novela policíaca –otra máquina de rigores– de un juego en el que queda representada la gesta trágica del héroe, desdoblada en sus alcances sobre el lector, quien –en una continuidad de parques– acaba por recorrer (y ser parte de) el laberinto, trampa que esconde el último sinsentido de toda historia.


Aquí el espacio circunscrito por la narración tiene rasgos próximos a las escenas oníricas donde nuestra vitalidad se nutre de la obliteración sucesiva de la conciencia, alejándonos de este modo de nuestra historia, hundiéndonos en una oscuridad que advertimos como falla constitutiva de la memoria.


La escritura puede, sin embargo, dispensar a nuestra memoria, a la consciencia de nuestro vivir: las palabras le brindan consistencia a los itinerarios vanos del movimiento por el que las cosas se digieren a sí mismas en nosotros. Así, esta necesidad de enumerar y clasificar, de pensar y describir, bien puede resultar la irrenuencia de una aspiración de ser. Sin embargo, hecha esta concesión, es preciso señalar que lo que resta en la escritura no es el sujeto ni su historia, el yo ni las cosas, sino el vacío de una historia, su mero itinerario sin rumbo definido ni finalidad. De modo que la aspiración de ser no significaría ya el ser que aspira a constituirse o permanecer, sino el que resulta aspirado en la escritura quedando tan sólo la huella impresa del vacío que el mismo ser es.


En la obra de Perèc existe una vocación de arqueólogo de lo sentimental. A lo largo de sus páginas, los personajes cobran consistencia gracias al catálogo que determina sus vidas, situándolos en medio de intrigas melodramáticas, misteriosos vínculos con objetos y síntomas compulsivos que dan lugar a aquellos particulares diagnósticos, heredados de la patología de autores de la modernidad decimonónica11. Se trata de un breve museo íntimo que servirá para anclar la existencia de estos personajes al inventario a partir del cual se reconocen y alinean. El catálogo, pues, determina las posibilidades de su historia, y su lugar en la trama.



3.- Las cosas.



Así también en su novela Las cosas12 los actos pueden leerse -como caligramas- en las cosas, viene dicha, en varios niveles, su procedencia y su uso. Distendido, pero con vocación clínica, Perèc hace la descripción que enumera y significa los objetos según una acción que se sucede en la inercia que supone el misterio revelado detrás de su enlistado. Dos mundos quedan superpuestos en tal descripción, el de las cosas, que en tal orden y sucesión suponen una expectativa (y por tanto, una carencia), un gusto (y por tanto una mirada), un conocimiento (y por tanto, una cifra). Esta el mundo de las cosas y el mundo que dice a las cosas, separación que parece arbitraría en la tensión paradójica de su mutua dependencia.


En Las cosas, la rígida separación sucesiva del catálogo es desleída en una descripción que suple -a la manera de Balzac en de Zapa- una mirada posible, recorrido que podría ser emulado por una cámara, para que el lector, como entendido, lea en la disposición del escenario la naturaleza del crimen. Al igual que en un grabado de Durero, donde cada cosa y disposición le dice algo al entendido. Hay una vocación irresistible de Perèc por el signo, tan lleno de posibles referencias -o claves- en uno u otro contexto -no siempre dicho- inerme en su sentido para quien no puede o no tiene una lectura exhaustiva, y por tanto, perdido por omisión de su intención original.


En las primeras páginas de Las cosas, Perèc se dedica a describir lo que nos revela después como un anhelo aún no conseguido, por los dos personajes centrales (y su círculo de amigos) que viven a través de los objetos que acumulan, desechan, añoran y consiguen. Son las cosas en su sucesión las que permiten la acción de la novela, desposeída de finalidad última (una desvirtuada felicidad en términos aristotélicos) que constituyen el grado cero de la novela burguesa, sin redención posible, desesperada en una acumulación frente a la nada.


Pero ante el vacío queda la posibilidad de sostenerse (o de menos, asirse) en la cuerda floja del texto, novelado en su agotamiento como negación que señala y evidencia sus mecanismos, como máquina revelada desde la que cabe descifrar la naturaleza de lo sagrado, que se escurre en el trazo del plano cartesiano que da un lugar a cada elemento que constituye al paisaje narrado. Es en la perversidad natural de este esquema -en la necesidad que se tiene de un ordenamiento a pesar de se inutilidad final- que Perèc redime al mundo, desde el gesto hecho signo, de sus coordenadas. Roto, fragmentado, el plano cartesiano pierde sentido, cada mínimo espacio de la cuadricula cumple con una taxonomía pero no con un sentido. De ese trazo, Perèc deriva al que produce un rompecabezas.




4.- W o el recuerdo de la infancia.


Otro ejemplo de catálogo en Perèc lo tenemos en su novela W o el recuerdo de la infancia13 donde Perèc realiza lo que se podría entender, por una parte, como la práctica del comentario exegético propio de la hermenéutica judía, y por otra, como una aproximación a una narrativa de estructura hipertextual14.


Aquí, en primera instancia no es posible establecer una secuencia lineal en la que ocurren los acontecimientos, sino, a lo menos, tres ejes de narración: el relato del rastreo de un hombre con falsa identidad al que se le encomienda una misión; la descripción institucional –sistemas de valores, leyes y costumbres– de una comunidad fueguina fanática del deporte llamada W; y las ensoñaciones de un hombre que presenta su infancia manipulando los recuerdos de su niñez.


En esta última secuencia es que Perèc bifurca el ya bifurcado texto central, realizando comentarios y comentarios de comentarios; generando con ello una estructura cada vez más compleja en la que se desplaza constantemente el centro de atención. Esto plantea desafíos al lector que deberá primero sobreponerse a la creencia de que es un libro mal escrito, y segundo deberá ser capaz de transitar de una secuencia narrativa a otra encontrando los puntos de intersección que comuniquen de un modo casi siempre no explicito las unidades de lectura. De este modo, el lector también deberá atenerse a la posibilidad de que el texto se multiplique exponencialmente, atisbando con ello una mirada al infinito; o hacia varios infinitos pues la geometría tanto cabalística como hipertextual establece constructos ordenados con varios centros.


Sin embargo, si se tratara de descubrir un mismo fondo a partir del cual se articulan las distintas secuencias narrativas, éste sería, el problema del poder. En efecto se advierte una preocupación fundamental acerca de las instituciones y los totalitarismos políticos, incluso cercanos:


He olvidado las razones que me hicieron escoger, a los doce años, Tierra del Fuego para instalar allí W: los fascistas de Pinochet se han encargado de dotar a mi fantasma de un último eco. Hoy varios islotes de Tierra del Fuego son campos de deportados15.


El orden interno de la obra sería, entonces, el de la meditación sobre el poder desde distintas perspectivas, logrando con ello una visión desde la marginalidad.



Adolfo Vásquez Rocca PhD


1VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Raúl Ruiz, l'enfant terrible de la vanguardia parisina; la poética del cine” en Almiar -© Margen Cero- Madrid, 2006 <http://www.margencero.com/articulos/articulos2/raul_ruiz.htm>

2PEREC, Georges, La vida instrucciones de uso, Ed. Hachette, Madrid, 1987.

3Georges Perèc nace el 7 de marzo de 1936 en París, de padres polacos.

4PEREC, Georges, Les choses, Paris: Julliard, 1965.

5 QUENEAU, Raymond, escritor y matemático francés. Tras un primer contacto con el surrealismo, Queneau inició una evolución más personal que se caracterizó por la tendencia a tomar el lenguaje como elemento de experimentación formal, cuya máxima manifestación serían los Ejercicios de estilo (1947), que presentan hasta 99 formas distintas de contar un mismo y trivial episodio ocurrido en un autobús. Su pasión por las matemáticas, los enigmas y los juegos estratégicos, le sirvió para construir mundos científico-imaginarios que él denominaba “patafísicos”: Les temps mêlés (1941), Saint Glinglin (1948). Autor poco dado a las confesiones y a las intimidades, a pesar de algunas novelas que podrían considerarse autobiográficas, su universo literario está construido con grandes dosis de humor inteligente e ironía, que a veces roza el absurdo, como en Zazie en el metro (1959).

6 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Artículo “Alfred Jarry: patafísica, virtualidad y heterodoxia”, Zona Moebius, United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, año 3 / noviembre - diciembre 2005.

< http://www.zonamoebius.com/02.nudos-y-senales/avr_1004_jarry.htm>

7PEREC, Georges, La Disparition, Denoel Editions, 1969.

8Juan Luís Martínez (1942-1993), poeta que a fines de los 70 y principios de los 80 irrumpió en la escena lírica chilena con una poesía rupturista, escéptica e iconoclasta, incomprendida por buena parte de la crítica y rechazada por más de un editor. Los versos de Martínez han circulado por más de 20 años como fotocopias, aunque ahora la situación empieza a cambiar. La Nueva Novela –curiosamente a pesar del nombre– obra paradigmática de la vanguardia poética chilena se ha convertido en un objeto de un nuevo culto, el de la tacha de la autoría y la disolución del autor. Ver Artículo “La reconfiguración del concepto de autor. Alteridad e Identidad en la poesía de Juan Luis Martínez”, En Cyber Humanitatis Nº 33 (Verano 2005), Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile ISSN 0717-2869.

<http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D14316%2526ISID%253D512,00.html>

9En La nueva novela, obra paradigmática de la neovanguadia poética chilena, J. L. Martínez anticipa la escritura hipertextual, bajo el soporte de un libro para armar, desentrañar, recorrer, en algún sentido completar o construir, esto a partir de las tareas poéticas que aparecen allí prescritas, o los diversos enlaces con los que están tejidos problemas de física y matemática con otros de gramática, sintaxis e incluso ética.

Es imposible reseñar todos los juegos fantásticos del pensamiento, de la palabra, del contexto tipográfico y autoral, que esta obra nos presenta. Los textos de La nueva novela tienen la estructura del problema lógico, físico o matemático, con un espacio en blanco para su resolución, o con la solución misma a pie de página.

10 PEREC, Georges, La vida instrucciones de uso, Ed. Hachette, Madrid, 1987

11Como Poe, baste como ejemplo la minuciosa descripción que hace de la habitación de Roderick Usher en La caída de la Casa Usher.

12PEREC, Georges, Las Cosas, René Julliard, 1965.

13PEREC, George, W o el recuerdo de la infancia, Ed. Península, Barcelona, 1987.

14Ver “El Hipertexto y Las nuevas retóricas de la postmodernidad; textualidad, redes y discurso ex –céntrico”, Adolfo Vásquez Rocca, en PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, Volumen 27, 2004.

15PERÈC, Georges, W o el recuerdo de la infancia, París-Carros-Blévy.

Adolfo Vásquez Rocca PhD

Adolfo Vásquez Rocca

Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Áreas de Especialización Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV; Profesor de Antropología en la Escuela de Medicina y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello, UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado.

Director de la Revista Observaciones Filosóficas

http://www.observacionesfilosoficas.net/


  • Miembro del Consejo Editorial Internacional de 'Cuadernos del Seminario' - Revista del Seminario del Espacio ISSN 0718-4247 Vicerrectoría de Investigación y Estudios Avanzados Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

  • Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. ISSN 1669-9092 http://www.konvergencias.net/

  • Columnista y colaborador permanente en Staff de Revistas y publicaciones españolas, entre las que se cuentan:

    A PARTE REI ISSN: 1137-8204 -Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid-

    NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 - Universidad Complutense de Madrid.

    EIKASIA, Revista de Filosofía, ISSN 1885-5679 – Oviedo, España.

    DEBATS, Revista de Filosofía y crítica cultural, ISSN 0212-0585, Institució Alfons el Magnànim, Valencia, España .

http://www.ucm.es/info/nomadas/12/avrocca6.jpg

Adolfo Vásquez Rocca

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Adolfo Vásquez Rocca. Cine, literatura y arte combinatorio : Ensayos sobre la Postmodernidad Perèc, Greenaway y Aronofsky. Nómadas: revista crítica de ciencias sociales y jurídicas, ISSN 1573-6730, Nº. 11. 2005.


Adolfo Vásquez Rocca. Georges Perèc o La literatura como arte combinatoria : Instrucciones de uso. En Margen Cero, Madrid


http://www.margencero.com/articulos/articulos2/georgesperec.htm

Reseñados en Atlas de littérature potentielle, France


http://perso.orange.fr/jb.guinot/pages/GPoulipo.html

Ver:

Georges Perèc o la literatura como arte combinatoria

RAÚL RUIZ, L'ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

GEORGES PERÈC; PENSAR Y CLASIFICAR. Adolfo Vásquez Rocca